sábado, 19 de abril de 2008

Adicción


- Si doctor, la última ves que la golpee fue de rabia espontánea – El medico observaba acomodando sus lentes sobre su fina pero pronunciada nariz. Hablaba de golpear, correr, exceder, volver nuevamente al comienzo y empezar en el último golpe justo antes de buscarla y encontrar justo eso sobre la mesa de la cocina.
Siempre pasaba lo mismo: era en la mañana cuando más la necesitaba. Entonces sin fuerzas ni ganas de hacerlo bajaba al primer piso y la encontraba a veces en la cocina y otras solo apoyada en la puerta. A ella solo le bastaba con mirarlo bajar a tientas para darse cuenta que debía irse. En ves de eso salía sin que él le hablara y cerraba la puerta con fuerza asegurándose de pasar las dos llaves.
Sentía el frío pasar por su garganta y en cosa de minutos sus ojos se abrían hasta que le dolía la cara. Subía rápido y descendía lentamente. Entonces caía y ahí se quedaba quizás cuanto tiempo: minutos, horas, días, solo segundos… De una u otra forma lo suficiente para luego ponerse de pie y encarar la vida.
Al medico le interesaba el caso. Pensaba que aún sería recuperable teniendo en cuenta que existían drogas peores y en consecuencia mucho más trágicas. Sin embargo todo dependía del ojo moral con que se le mirase, y el único problema que el detectaba era la pobre mujer.
- Pobre desventurada – se decía mientras caminaba de su consulta al estacionamiento a buscar el auto que estacionaba cada día en el mismo lugar. – A este ritmo de vida, en poco tiempo no va a tener rostro de tanto golpe.
Cuando la mujer llegó a la casa estaba todo oscuro y la puerta cerrada pero sin seguro. Entro despacio como oliendo un gusto líquido, dio solo un par de pasos cuando la tomaron del cabello por sorpresa y la tiraron al suelo. Alcanzo a cubrirse el rostro cuando una avalancha de puntapiés e insultos se le vino encima sin previo aviso. Cuando la agresión termino y logro levantarse a medias del piso, lo vio sentándose en un rincón de la habitación con la botella en las manos. Con el dolor de su cuerpo y la esperanza destruida vio como sus ojos comenzaban a desorbitarse mientras bebía de la botella. Cuando termino dejó la botella en el suelo se levanto y camino hacia la puerta pasando junto a ella sin mirarla. El salio y ella lloraba. El doctor ya iba sobre su auto raudo hacia casa. Cuando entro en la autopista reviso su chaqueta y saco una botella de bebida cola. La miro largo rato casi despreocupado del camino hasta que transpirando la destapo y mientras bebía sus ojos se expandían y desorbitaban dándole el secreto y violento placer de la adicción.

1 comentario:

S. dijo...

Gutierrez! en tu blog he encontrado el gym perfecto para mis neuronas! Diantres!!!!! Quien era el adicto? el Doctor o el paciente (si es que hubo uno?). La verdad es que necesito un taller de interpretaciones para poder entenderte!

Me enseñas?