sábado, 31 de mayo de 2008

La Des Humanidad y los Sueños

El sonido se repetía métricamente en intervalos casi previsibles, desesperando en los instantes silenciosos, casi hasta la locura, al individuo que aún no decidía ponerse de pie.

Estaba despierto hacía casi media hora, pero lo repetitivo del nuevo despertar (y el de ayer y la semana pasada y de los últimos años) le agredía en lo más íntimo y profundo pareciendo que cada nueva gota le quitaba una vida entera.

Por eso se construía vidas nuevas al pasar de cada sincronizado tiempo como única esperanza de tener una. Ya no se acordaba si había tenido la suya propia con despertares en estrictas monotonías. Monotonías al fin pero propias de una vida.

Un día había despertado siendo un gran hombre, y veía la ciudad desde las ventanas de un alto edificio. Allá abajo estaba lleno de luces desconocidas y muchas siluetas amigas. Mucho de lo que abajo acontecía no le era familiar, incluso sabía que mucho de eso ni siquiera se lo imaginaba. Pero no lo atormentaba, sabía que tenía el poder de lograrlo todo. Podía salir y pedir a cualquier chofer que lo paseara por esos lugares donde se rumoreaba que la vida era oscura y llena de engaños, y que la piel de las personas tenía un extraño olor a carne sucia.

El día en que alguien lo empujo desde la ventana de su oficina en el alto edificio no se pregunto por que lo habría hecho ni menos quien podría haber sido, en realidad no se pregunto nada. Antes de perder el conocimiento observó como las ventanas iluminadas que pasaban rápidamente en contra de su trayectoria parecían gotas de agua. Despertó cuando un gran chorro de agua salio arrojado de la llave.

Seguía hundido en su cama, el golpe lo había hundido aún más. Sin embargo pudo levantarse.

Su cara no era la misma que hace cinco años atrás, o al menos eso parecía, estaba algo más dura, como impenetrable. Sus dedos ahora largos y puntiagudos casi cortaban los débiles contornos de su rostro. Entonces se vio en su lecho mortuorio.

No era como siempre se lo había imaginado. No estaban sus hijos. Cada uno tenía sus líos con la vida y con él mismo. A veces los veía aparecer pero no eran los de ahora sino los de 50 años atrás. Pero él no los quería ver así, nunca los quiso ver así. Eran los mismos niños de ese matrimonio que tanto odiaba, con esa mujer que lo había engañado con quizás cuantos y que mas tarde le había entregado a “sus hijos para que los cuidase”. Eran esos los niños que el no pudo cuidar porque odiaba ese mundo y ese lazo, ese volver a lo no logrado, a martillarse uno a uno los dedos, uno tras otro hasta ponerlos morados de sangre acumulada.

Entre las sabanas de una cama extraña los había olvidado. Entre quejidos de nuevos amores que no le darían hijos desvanecía las siluetas de eso que le perseguía. Tarde o temprano aparecían y corría sobre los tejados hasta que la ventana abierta de una “dulce Wendy” virgen e ingenua lo tirara de las hilachas de su ropa de mendigo hacía el olvido del escondite. Y estaba bien, se sentía bien.

Las fantasías una a una, noche a noche se repetían sin final y sin principio coherente cada historia podía ser tejida como el quisiese. Tenía mil rostros y ninguno le agradaba cambiaba las experiencias en el mercado bursátil de las esperanzas.

El diá siguiente despertó luego de ser un borracho ladrón de pocas chauchas. Se levanto aturdido y acaricio su viejo rostro con la punta de los dedos. Bajo las escaleras hasta la calle y un sol veraniego casi lo tira de espaldas contra las baldosas. El nunca podría ser sol. Era su mayor calvario. Quizás mañana podría volver a ser ladrón o un caminante de avenidas lluviosas. Podría volver a golpear a una mujer o ignorar a un niño, pero sol nunca. Nunca tendría la capacidad de alumbrar el pasar de los demás, ni de crear vida. Nunca jamás podría construir una vida, por mucho que quisiese él no tenia humanidad y nunca sería un hombre. Tendría que seguir escondido nutriéndose de infinitas gotas de agua.

viernes, 16 de mayo de 2008

La Luna Sobre la Avenida.


Íbamos conversando junto a la chimenea del tren cuando este pasó junto al último puerto abierto a transatlánticos y barcos fluviales.

Tú me decías muchas cosas y yo solo miraba tus pies que se meneaban hacia delante y atrás en un perfecto contrapunto. Es cierto que me hablabas, pero yo no ponía mucha atención. Es cierto también; a veces no pongo mucha atención.

Entonces nos aburrió el tren. La chimenea hacía mucho ruido y el humo de colores desentonaba con el paisaje que aún era muy sombrío. Pero nos gustaba. Te hice callar y saltamos justo en la esquina.

No estaba seguro si era la esquina en que debíamos bajar, pero deseaba mucho tomar tu mano así que lo hice solamente por eso. Cuando caímos mire hacia atrás y el tren ya no se veía. Solo eran visibles las copiosas humaradas rojas, azules, verdes y amarillas que luego cambiaban por naranjas, celestes, Burdeos y cafés.

Caminamos un poco hasta el comienzo de una calle que en su mitad tenía adoquines y en la otra estaba dibujada con lápiz negro borrable. Pero no en dos mitades iguales y dividas por un horizonte, si no como un tablero de ajedrez. En el comienzo un letrero: “Avenida de Ustedes”.

Teníamos miedo y avanzábamos solo pisando los adoquines, casi en puntas de pie. Así íbamos ya casi entretenidos cuando por descuido uno de tus pies cayó en un cuadro dibujado.

Perplejos e inmóviles nos miramos ahora preocupados. Pero no era el miedo que nos detenía, si no la esperanza.

Bajaste lentamente las manos hasta tocar el suelo y borraste con suaves movimientos el carboncillo de la superficie. Yo me acerqué aún pisando solo los adoquines y comenzamos a ver como el espacio quedaba en un absoluto blanco.

De tus botas sacaste un lápiz y me confidenciaste que lo habías tomado de las ropas del maquinista, con el pintaba la humareda. – Pobre maquinista – pensé, - su viaje será gris entre arcos de colores -.

No sabíamos que dibujar todavía presos de los adoquines, y de la nada construiste un castillo de arena precioso y majestuoso.

Nos gusto y borramos el especio de mas adelante. En el dibujamos un parque que más adelante visitaríamos, y en el siguiente un adiós cualquiera. – Nunca está de más tener guardado uno en el bolsillo – dijiste.

Nos gusto y saltamos sobre cien cuadrados siempre haciendo crecer lo que quisiésemos: un gato, un libro roñoso y una en blanco, a Don Quijote cargando la lengua inglesa, un par de zapatos azules y finalmente una escalera. Por ella subiríamos para sentarnos en la luna menguante donde cómodos y felices nos abrazaríamos estrechamente. Finalmente un beso cerraría nuestra creación y sellaría un pacto que renovaríamos cada ves que bajáramos a la avenida.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Justamente ayer pensaba en hoy. Pero no estaba preparado para saber si lo que pretendía hacer sería lo correcto. Entonces traté de programarme y una a una enumerar las situaciones para memorizarlas y evitar desvaríos. Cuadré precisamente el momento en que despertaría con el acto de levantarme y entrar al baño, el de secar mi cara con el de hechar la cantidad justa de pasta de diente en el cepillo, el de guardar mi billetera en el bolsillo trasero del pantalón con el de poner la ropa sucia en el lugar que corresponde, bajar la escalera y evitar que mis zapatos sin anudar produjeran una caída con consecuencias graves.

Hoy pienso en ayer. Reconozco que hice cosas malas y que nadie me castigo por eso. Solo por ejemplo, deje de llamar a esa persona que justamente esperaba que la llamasen, quizás no yo, pero alguien como yo. Tampoco le dije a la mujer que espera el metro a la misma hora que yo que tiene unos ojos preciosos. Y eso que aquellos ojos me enloquecen. Tampoco fui amable con el tipo de la oficina cuando solamente quería hacer su trabajo y yo estaba pensando en otra cosa.

Ahora, me resulta raro saber que existe un “entremedio” de ayer y hoy. Pero es como el momento mas terrible de la borrachera, ese que se esconde entre el arrepentimiento y el orgullo.

Hoy fue casi exactamente como ayer. Sin embargo nadie me previno que las cosas de ayer no tendrían remedio hoy, y que el perro que cuenta velozmente las vueltas de las ruedas de los autos que pasan velozmente por la esquina de mi casa, estaría a la misma hora pero muerto a un costado de la calle. Nadie previno al perro que las personas como yo no entienden que las cosas no tienen un orden cronológico.

Hace un par de horas (en la mañana) deje sonar el despertador 10 minutos justos para atrasar todas las tareas del despertar, y estuve 10 minutos despierto en la cama pensando una excusa para no ir a trabajar. Durante exactos 30 segundos seque mi cara con una toalla rota mientras apretaba el tubo del desodorante en crema sobre el cepillo de dientes. 15 minutos después volvía corriendo a buscar la billetera con mis documentos guardada en el bolsillo trasero del pantalón sucio que seguramente estaría bajo la cama.

Cuando salí de la casa pensé en ella y saque el teléfono del bolsillo para llamarla. En los escasos segundos que uno demora en caer al suelo estuve de acuerdo en cargar el teléfono con minutos para realizar llamadas y nunca más olvidar atar los cordones de mis zapatos.

lunes, 28 de abril de 2008

Amparo


28 de abril de 2008
Queda tanto tiempo para poder conversar contigo. Cuantas cosas pasaran antes de que sentados en una mesa pueda contarte lo que estoy pensando en estas horas. Quizá no te interese.
Es difícil saber como serán las cosas y como habré de reaccionar cuando llegue el momento. Muchas veces he pensado que no estaré a la altura de las circunstancias y quizás solo me quede en un rincón observando como personas, a veces muy cercanas otras tediosamente lejanas, acaparen tus primeras miradas obligadas. Si, obligadas. Porque nadie te preguntará si has querido venir ahora o si estas son las personas con quien soñaste en algún otro lado encontrarte.
Sé que no decidiste que yo entrara en tu vida, pero aunque no lo quieras estaré ahí toda tu vida (por lo menos toda la mía).
Te advierto desde ahora, antes que todo pase, que no me interesa estar en tu primer andar, en tu primer baño, en tu primera palabra que no sea libertad. Estaré ahí cuando el mundo se te venga encima y en esos días cuando pensarás que no sirves para esta parada aquí. Te alentare a volver a las calles y a subir a los más altos edificios desde donde observaras lo bello que es estar juntos. Te enseñare a buscarme en las copas de los árboles porque en otro lado no me encontraras y te ensañare a bajar sobre una hoja en el otoño.
Juntos estaremos la primera ves que la ciudad te encandile y decidas nunca alejarte de ella porque comprenderás que ella es mucho, pero mucho más que smog, ladrillos y gruñidos. Pensaras en mi cuando encuentres que en cada persona hay un habitante deseoso de vivirse y vivirte. Muchos no lo saben pero tu lo aprenderas.

sábado, 26 de abril de 2008

Taller de Escritura y lenguaje


La mujer cerro la ventana justo cuando la tarde se comenzaba a poner fría. Camino hacía la puerta mientras frotaba fuertemente sus manos para lograr calor. La cerró luego de mirar al largo y helado pasillo donde ya no había nadie.
Acomodo la silla y se sentó mirando hacia el grupo de jóvenes que todavía no terminaban de sacarse las chaquetas y los guantes. – Perfecto – se dijo como para ella misma y saco una pequeña libreta de color marrón en cuyas hojas se revolvían cientos de letras de ininteligible caligrafía.
- La correcta inspiración es algo que debe brotar instantáneamente de nuestras vivencias, de lo que vivimos y sentimos es donde debe nacer lo que posteriormente llevaremos al papel – Decía esto mientras algunos alumnos del taller de escritura y lenguaje cerraban los ojos buscando esos momentos que la maestra describía tan fácilmente.
- Perfecto, cierren los ojos e imaginen el caminar de su casa al parque. ¿Qué ven? - - personas - decía uno, - árboles – decía otro, - experiencias – se atrevía a decir el que apretaba mas los ojos. – Perfecto, cada cual busca en sí y encuentra lo que de una forma u otra nos marca –
Dicho esto la maestra se paro de la silla y comenzó a recitar:

“Debajo de las multiplicaciones
Hay una gota de sangre de pato;
Debajo de las divisiones
Hay una gota de sangre de marinero;
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.
Un río que viene cantando
Por los dormitorios de los arrabales,
Y es plata, cemento o brisa
En el alba mentida de New York”.

¿Qué intuimos en la pasada estrofa? Acaso la tristeza de un hombre que palpa el sufrimiento, acaso la pena de la desolada ciudad industrial, será tal ves un triste hombre en una desolada ciudad industrial – Y abría exageradamente los ojos felicitando a su yo interno por tan acertada metáfora explicativa.
Entonces los alumnos callaron. Primero los treinta segundos suficientes para que la sobreexcitada maestra contuviera la respiración, se sentara y concluyera que sus alumnos buscaban una respuesta “ad-hoc” a su interpretación.
Cuando el silencio sobrepaso los sesenta segundos la maestra comenzó a mirarlos uno a uno, pausadamente y parpadeando lentamente sin dejar de sonreír. Ya empezaba a sentirse incomoda.
Justo a los ciento veinte segundos la maestra rompió el silencio y se dirigió a todos sus pupilos – me da la impresión de que el hombre sufre en la sangre del pato y del marinero. Sufre lo que el pato y el marinero cuando no puede evitar el sangramiento que baja por las calles – y dio otra mirada a su alrededor. El silencio seguía siendo funerario.
Entonces se paro de la silla y camino hacia la puerta dando el instante para que a sus espaldas los alumnos pudieran intercambiar miradas y susurros. Al voltear todo continuaba ceremoniosamente callado. Se acerco al grupo y camino muy cerca de ellos presa del más total asombro. Estupefacta se acerco a uno de ellos, por atrás y muy lentamente, y puso su oído junto a su boca; asombrada escucho como el alumno repetía: “Die ente und der matrose uberqueren die strade zusammen, und im weg der front Essen sie gerostetes huhn, Die ente und der matrose uberqueren die strade zusammen, und im weg der front Essen sie gerostetes huhn, Die ente und der matrose uberqueren die strade zusammen… Sin entender dio un paso atrás y ya espantada miro a otro alumno que movía los labios repetidamente y sin pausa. Al acercarse lo escucho decir: “En realize le marin sentait une attractrion terrible par le canard, En realize le marin sentait une attractrion terrible par le canard, En realize le marin sentait… Ya completamente aterrada camino hacia la silla donde había comenzado el taller del día y tomo su libreta color marrón en un reflejo instintivo. Comenzó a hojearla sin poner atención a ninguna hoja, solo comenzaba a escuchar a otro alumno que repetía: “The problem is that the ducks do not use socks, The problem is that the ducks do not use socks, The problem is that the ducks… Cuando la ventana se abrió de par en par dejando entrar una fuerte ráfaga de viento y congelando la pieza el alumno que mas cercano estaba a ella dejo su asiento de un fuerte salto y comenzó a gritar hacia el techo: Livello basso la del fante di marina la luna none posto per un assassin delle anatre, wretch basso, prendera as ala di vendetta la buona. La confusión era completa. Ya no entendía que pasaba ni como saldría de ese lugar. – Ente, matrose, gerostetes huhn – trataba de tomar su bolso – Marin, attraction, canard – caía el bolso junto a la libreta color marrón – Ducks whith socks, duck with socks - Era un completo atado de nervios y papeles que caían y la libreta color marrón que empezaba a perder sus hojas – Talvez o sangue do pato nao era digno de um sailor com sonhos das cores – Y el alumno se acercaba tanto que podía mirar dentro de sus ojos y saber que no podría escapar de ahí – Canard, fante di marina, duck, marin – Cuando renuncio a su libreta color marrón que se destrozaba bajo los brincos de un alumno que trataba de alcanzar algo que de una u otra forma colgaba del techo, retrocedió paso a paso sin darse cuenta que la ventana abierta por el viento movía sus marcos hacia adentro y afuera como las mandíbulas de un perro callejero y hambriento. No se dio cuenta tampoco cuando el marco de la ventana le golpeo la cabeza empujándola hacia delante para caer en los brazos de un estudiante que había permanecido callado pero de pie. – Los marineros son de una especie que no suele frecuentar a los patos, menos en New York – y la empujo justo cuando el perro habría su mandíbula y la tragaba sin masticarla. Callo rápidamente del segundo piso en que se encontraban.Un cuerpo yacía sin vida en el suelo, de su cabeza brotaba un hilo de sangre que corría por los dormitorios de los arrabales, brillaba como plata mientras la fría brisa la congelaba. Y corría hacia el norte, seguramente hacia New York.

sábado, 19 de abril de 2008

Adicción


- Si doctor, la última ves que la golpee fue de rabia espontánea – El medico observaba acomodando sus lentes sobre su fina pero pronunciada nariz. Hablaba de golpear, correr, exceder, volver nuevamente al comienzo y empezar en el último golpe justo antes de buscarla y encontrar justo eso sobre la mesa de la cocina.
Siempre pasaba lo mismo: era en la mañana cuando más la necesitaba. Entonces sin fuerzas ni ganas de hacerlo bajaba al primer piso y la encontraba a veces en la cocina y otras solo apoyada en la puerta. A ella solo le bastaba con mirarlo bajar a tientas para darse cuenta que debía irse. En ves de eso salía sin que él le hablara y cerraba la puerta con fuerza asegurándose de pasar las dos llaves.
Sentía el frío pasar por su garganta y en cosa de minutos sus ojos se abrían hasta que le dolía la cara. Subía rápido y descendía lentamente. Entonces caía y ahí se quedaba quizás cuanto tiempo: minutos, horas, días, solo segundos… De una u otra forma lo suficiente para luego ponerse de pie y encarar la vida.
Al medico le interesaba el caso. Pensaba que aún sería recuperable teniendo en cuenta que existían drogas peores y en consecuencia mucho más trágicas. Sin embargo todo dependía del ojo moral con que se le mirase, y el único problema que el detectaba era la pobre mujer.
- Pobre desventurada – se decía mientras caminaba de su consulta al estacionamiento a buscar el auto que estacionaba cada día en el mismo lugar. – A este ritmo de vida, en poco tiempo no va a tener rostro de tanto golpe.
Cuando la mujer llegó a la casa estaba todo oscuro y la puerta cerrada pero sin seguro. Entro despacio como oliendo un gusto líquido, dio solo un par de pasos cuando la tomaron del cabello por sorpresa y la tiraron al suelo. Alcanzo a cubrirse el rostro cuando una avalancha de puntapiés e insultos se le vino encima sin previo aviso. Cuando la agresión termino y logro levantarse a medias del piso, lo vio sentándose en un rincón de la habitación con la botella en las manos. Con el dolor de su cuerpo y la esperanza destruida vio como sus ojos comenzaban a desorbitarse mientras bebía de la botella. Cuando termino dejó la botella en el suelo se levanto y camino hacia la puerta pasando junto a ella sin mirarla. El salio y ella lloraba. El doctor ya iba sobre su auto raudo hacia casa. Cuando entro en la autopista reviso su chaqueta y saco una botella de bebida cola. La miro largo rato casi despreocupado del camino hasta que transpirando la destapo y mientras bebía sus ojos se expandían y desorbitaban dándole el secreto y violento placer de la adicción.

martes, 15 de abril de 2008

El Fantasma De Antonia Lopez


(este es un texto escrito hace ya un tiempo. Me gusta y trae buenos recuerdos)


Lo puedes ver por las noches caminando por los bares de Antonia López de Bello. – Le dibujo a la señorita, se la dejo igualita – Es su oferta. La verdad nunca lo hemos visto dibujar. – Si me la cambia un poco, tal ves conversemos – digo. Frase que siempre suelta alguna risa.
- Nunca me dejes terminar el segundo – Es una tímida advertencia que uno escucha con malicia. Y la miro cuando empieza el tercero y sus ojos comienzan a brillar y ya no es la misma. Pero tampoco yo soy el mismo.
Nos miramos buscando esa palabra que ninguno de los dos se atreve a decir. Pero que se encuentra ahí justo entre nuestros labios. Que lejos se encuentran aún. Busco la palabra entre tus parpadeos y cada uno cambia los colores de la situación repitiendo las palabras pero con otro sonido. Y cada nuevo sonido nos vuelve e a entregar una razón para estar juntos.
Afuera muchas personas también buscan palabras, y a cada una el fantasma ofrece una escenografía especial. Y vuelve una y otra ves dando vueltas entre las mismas mesas y seguimos ahí mismos mirándonos y deleitándonos con las cosas que ingeniosamente inventamos para solo seguir mirándonos. Y a veces muchas no tienen sentido. Quizás la mayoría no tiene sentido. ¡Pero que importa! nada importa si todo sirve para que la distancia se estreche.
Las ideas siempre son locas y un poco descabelladas. Y entre las ideas preguntamos al cantor de quien era el tema solo para consternarnos y decir que hoy en día hay mucho ingles y poco Sabina. La frase saca aplausos entre nosotros. Es decir: una ovación.
Algunos te miran cuando ríes. Y deben pensar que algo te causo gracia, pero no saben que solo es un reflejo, porque como ninguno sé que estas nerviosa. Siempre trato de pensar que es por mí.
El fantasma entra por la puerta y apaga la vela en nuestra mesa. O tu le hechas la culpa a él mientras entre silenciosas risas vuelves a prenderla. Yo se que no fue el sino cualquiera de nosotros que al hablar quizás que cosa dejamos brotar un tierno aliento que desea apagarla para que nos vallamos. Y lo gracioso es que el aliento alcanza el fuego de la vela porque sin darnos cuenta estamos más cerca que al principio. Eso nuestros alientos lo saben. Todo en nuestros cuerpos sabe que estamos más cerca, por eso las risas y los temblores.
Entonces el fantasma ofrece nuevamente sus servicios y ahora me arrepiento de no haber aceptado la primera porque tus ojos ya no son los mismos. Si te hubiera dibujado de todas formas serías otra. Pero ya no importa porque nuestros pies casualmente ya bailan bajo nuestra mesa, y se tocan y se rodean. Y van mucho antes que nosotros, quizás en la esquina besándose bajo un balcón o mucho más allá despidiéndose con dulces besos y prometiendo extrañarse. El fantasma decide irse y tú no terminas el tercero. Ya lo sabíamos.

lunes, 14 de abril de 2008

Un Principio...

Cuando la vida entra en pánico siempre es dulce subir sin pensar en que alguien de alguna u otra forma te pedirá bajar de manera estrepitosa. La azotea es el lugar donde subo para mirar sin que nadie me describa el mundo. Ahí me encuentro con las personas que han pasado por mi vida y que por alguna razón han decidido dejarme o han permitido que yo las deje. La azotea es el fin último en tanto todavía no seamos más que carne, o dicho de otra forma, es el lugar mas cercano a de una ves por todas dejar de ser solo carne.