miércoles, 7 de mayo de 2008

Justamente ayer pensaba en hoy. Pero no estaba preparado para saber si lo que pretendía hacer sería lo correcto. Entonces traté de programarme y una a una enumerar las situaciones para memorizarlas y evitar desvaríos. Cuadré precisamente el momento en que despertaría con el acto de levantarme y entrar al baño, el de secar mi cara con el de hechar la cantidad justa de pasta de diente en el cepillo, el de guardar mi billetera en el bolsillo trasero del pantalón con el de poner la ropa sucia en el lugar que corresponde, bajar la escalera y evitar que mis zapatos sin anudar produjeran una caída con consecuencias graves.

Hoy pienso en ayer. Reconozco que hice cosas malas y que nadie me castigo por eso. Solo por ejemplo, deje de llamar a esa persona que justamente esperaba que la llamasen, quizás no yo, pero alguien como yo. Tampoco le dije a la mujer que espera el metro a la misma hora que yo que tiene unos ojos preciosos. Y eso que aquellos ojos me enloquecen. Tampoco fui amable con el tipo de la oficina cuando solamente quería hacer su trabajo y yo estaba pensando en otra cosa.

Ahora, me resulta raro saber que existe un “entremedio” de ayer y hoy. Pero es como el momento mas terrible de la borrachera, ese que se esconde entre el arrepentimiento y el orgullo.

Hoy fue casi exactamente como ayer. Sin embargo nadie me previno que las cosas de ayer no tendrían remedio hoy, y que el perro que cuenta velozmente las vueltas de las ruedas de los autos que pasan velozmente por la esquina de mi casa, estaría a la misma hora pero muerto a un costado de la calle. Nadie previno al perro que las personas como yo no entienden que las cosas no tienen un orden cronológico.

Hace un par de horas (en la mañana) deje sonar el despertador 10 minutos justos para atrasar todas las tareas del despertar, y estuve 10 minutos despierto en la cama pensando una excusa para no ir a trabajar. Durante exactos 30 segundos seque mi cara con una toalla rota mientras apretaba el tubo del desodorante en crema sobre el cepillo de dientes. 15 minutos después volvía corriendo a buscar la billetera con mis documentos guardada en el bolsillo trasero del pantalón sucio que seguramente estaría bajo la cama.

Cuando salí de la casa pensé en ella y saque el teléfono del bolsillo para llamarla. En los escasos segundos que uno demora en caer al suelo estuve de acuerdo en cargar el teléfono con minutos para realizar llamadas y nunca más olvidar atar los cordones de mis zapatos.

7 comentarios:

EssereSincero dijo...

En realidad, no hay algo cronologicamente estable en nosotros.

Impulsividad?

Saludos

S. dijo...

Mi querido Gutierrez. Eres un lío! Esas caídas, el móvil sin minutos y encontrar el pantalón debajo de la cama, son parte de la hermosa vida que tenemos! Piensa en todos los tiempos: pasado, presente y futuro, pero solo detente en el HOY que es el que puedes controlar.

Hermoso!

S. dijo...

Gutieerez, me encanta tu blog. Me autorizas a ponerlo como link en el mío? Tambien he entrado al de sincero y la verdad es que él va al grano. Narrativas diferentes, eso es lo hermoso de este mundo tras bambalinas.

Saludos,

S.

Eva Galve dijo...

Genial, Porqué evitar los desvaríos? Si en realidad son los que dan sentido a la existencia. Los que demuestran que pensamos, que somos racionales.
No tiene remedio. A mí este fin de semana también me paso. Hay que hacer las cosas cuando se pueda. Si no luego nos arrepentimos.

Un saludo.

almayciudad dijo...

Genial, sin palabras (basta con las tuyas).

Abrazos.

almayciudad dijo...

Por cierto, el tema es mio. Gracias por interesarte.

Javi dijo...

Hola!!!

Primero agradecerte que hayas dejado un comentario en mi blog, pues me ha dado la oportunidad de llegar al tuyo .

Comentarte que me ha encantado tu blog y estaré encantado de volver por aqui muy a menudo

un abrazo

-javi-